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Antonio Loredo. El anarquismo revolucionario a comienzos del siglo XX


Autor/a:

Pascual Muñóz


Editorial:

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La anarquía en tanto forma de entender la vida, en tanto idea social de transformación colectiva, en tanto movimiento, es un mar tan intenso como diverso. Su historia, sus luchas, su presente, su pasado y su futuro, está compuesto por la conjunción de los hechos y las personas que en ellos participan.

El azar nos arroja al mundo en un tiempo y un lugar determinado. Así como hoy sufrimos o disfrutamos de esta realidad, en la región del mundo que nos toca vivir, y nos resistimos o adaptamos. A otros y otras, la suerte les ha echado en otros momentos y lugares.

El mérito, puede estar en sobreponerse al tiempo en que uno existe, e intentar trascenderlo, intentar ir más allá, cambiar las cosas sin importar las fronteras, luchar contra la marea si la corriente se presenta adversa y tener la capacidad para aprovechar el envión cuando las tormentas soplan a favor.

Y eso fue lo que Antonio Loredo hizo con su vida, dedicada a sobreponerse a las situaciones impuestas por la realidad para concretar soluciones colectivas a corto, mediano y largo plazo.

La vida de Loredo fue intensa como una tormenta que se desata desde las mismas entrañas. Pero fue Loredo tan solo uno más de tantos y tantas mujeres y hombres que se sobrepusieron a la realidad impuesta. Su vida nos permite entender un poco más esos momentos, aunque nos falte saber mucho aún de su vida, de sus relaciones afectivas, de su vida más cotidiana, nos queda el registro de sus luchas, de sus arengas, de sus escritos, de las persecuciones del Estado y de su enorme capacidad para construir colectivamente, desde la oratoria, desde la escritura, pero también desde la conspiración y la organización de quienes podrían destruir el sistema estatal capitalista. Es decir, desde el movimiento obrero, por un lado, en donde los anarquistas comprobaban un importante potencial revolucionario, y por otro lado, desde ciertas minorías revolucionarias que incentivaran y condujeran los quiebres revolucionarios y la posterior organización anarquista.

Antonio Loredo Martinez nació en la ciudad gallega de Vigo el 18 de agosto de 1879. Hijo de Elisa Martínez y Joaquín Loredo, y hermano de Augusto, Joaquín y María Loredo Martínez.

Su familia parece haber estado vinculada a los negocios marítimos y ser de simpatías republicanas. Augusto y Joaquín, hermanos mayores, militaron en filas republicanas en la década de 1890, y junto a los socialistas comenzando el siglo veinte. De su otra hermana, María, nada sabemos. Joaquín, fue apresado tras la huelga general de 1917. Conoció las cárceles franquistas en 1936 para morir fuera de ellas al año siguiente. Augusto, residió en Paraguay en la década de 1910, dedicándose al periodismo, para volver a Vigo en la década siguiente donde fue el primer alcalde socialista electo en 1931, falleciendo al año siguiente.

Antonio declaró en algún momento de su vida, haber emigrado hacia Argentina a los ocho años de edad, cerca de 1887. De ser cierto, habría retornado a Galicia ya que cursó el bachillerato junto a sus hermanos en Pontevedra, donde aparentemente habría entablado relación con el futuro líder republicano Emiliano Iglesias. Es posible que Antonio, al igual que sus hermanos, haya transitado ideológicamente desde un republicanismo radical hacia el marxismo, para luego, a diferencia de sus hermanos, involucrarse plenamente en el movimiento anarquista. Sus escritos, cargados de categorías marxistas, parecen evidenciarlo.

Sea cuando fuere que cruzó el océano por primera vez, su suerte, que podría haber sida privilegiada si hubiera permanecido junto a los negocios familiares, se alineó con las de tantas familias de migrantes que arribaban a la Argentina por aquellas años, en busca de mejores oportunidades, huyendo de las duras condiciones de vida, en procura de un mejor futuro.

Las empresas encargadas del transporte de inmigrantes, prometían el paraíso terrenal en la virgen América deseosa de ser poblada. Los viajes de un continente a otro se realizaban algunas veces sin costo, financiados por los planes de los gobiernos interesados en atraer mano de obra, por un lado, y de deshacerse del excedente de obreros, por el otro.

Pero las familias inmigrantes eran arrojadas a la desgracia sin más, hacinándose en sucios conventillos y trabajando extensas jornadas por míseros jornales. La formación de una numerosa clase obrera decepcionada, junto con los agitadores anarquistas perseguidos, emigrados y desarraigados de una “patria” nacional, causaron un cóctel explosivo desde el momento que éstos se abocaron decididamente a la organización gremial y a la lucha frontal desde las sociedades de resistencia.

Era difícil para un espíritu rebelde como el de Antonio Loredo no hacerse anarquista. El ambiente se presentaba convulsionado. La labor de los agitadores y propagandistas anárquicos era intensa. Más allá de la legendaria presencia del prestigioso anarquista italiano Enrico Malatesta que había permanecido en la Argentina entre 1885 y 1889 y dejó sus huellas en la región, quien sin duda debió incidir decisivamente en la adopción del ideario anarquista por parte de Loredo, fue, junto al internacionalista Farga Pellicer Paraire, el deslumbrante anarquista italiano Pietro Gori, quien hizo hervir la sangre y el cerebro de Loredo y de tantos otros jóvenes de la época ansiosos de un futuro distinto.

El mismo Loredo señalará tiempo después la importancia de Gori en la Argentina: “En Buenos Aires Gori dio un mundo de conferencias sociológicas y científicas y allí también actuó como abogado y se puede asegurar que toda la orientación anarquista del movimiento obrero americano se debe a él, siendo el principal fundador de la Federación Obrera Argentina que tantas batallas dio a la burguesía criolla.”

Loredo se involucró con el movimiento anarquista alrededor del año 1900, por lo cual es muy probable que haya escuchado alguna de las conferencias de Gori quién permaneció hasta 1902 en Sudamérica. Es importante tener en cuenta que el crecimiento del anarquismo y del movimiento obrero orientado por éstos conoce un crecimiento acelerado desde los últimos años del siglo XIX.