Cómo me hice viernes es una autopsia y una expedición por la playa. Juan Forn viaja al momento de su “entrada” a la literatura y recoge la línea para dejar al lector junto a Los viernes, los volúmenes que recopilan sus contratapas en el diario Página/12, convertidas desde hace unos años en historias de culto. En el medio, recuerda su sueño adolescente de convertirse en la versión local de un poeta beatnik, recupera los componentes que se fueron añadiendo a su ADN literario y disecciona su devoción por un puñado de autores –Joseph Brodsky, Marcel Schwob, Wislawa Szymborska– que ayudaron a enrarecer la matriz de cuño casi exclusivamente norteamericano que marcó sus primeras fascinaciones. Una excursión deliciosa a la sala de máquinas donde se pone en movimiento la obra de un autor clave.
Creo que ahí empecé a entender la literatura desde adentro, aunque me di cuenta mucho después. Esa matriz americana me quedó para toda la vida. He tratado desde entonces de llenarla de otras cosas, de diluirla en mí, mudar de piel, dejarla atrás. Pocas cosas me decepcionan tanto como la literatura y el cine y la música yanquis de Reagan para acá. Pero igual tengo esa matriz en el adn, y me delato cada tanto: la exposición muy temprana al American Way deja una impronta que se les nota para siempre a sus víctimas. Hasta el día de hoy me dicen: "Sos reshanqui para escribir, vos". Me he inoculado toneladas de sangre judía, rusa, japonesa, mitteleuropea, italiana, latinoamericana, en forma de libros de todo tipo, pero me lo siguen diciendo igual. Así que iré al origen del asunto. Considérenlo una autopsia."