La preocupación por la escritura es central en Diario del afuera y en La vida exterior, dos textos excepcionales de Ernaux. Ernaux vive hace más de dos décadas en Cergy-Pontoise, una ciudad nueva, salida de la nada en cuestión de meses, privada de toda clase de memoria, a cuarenta kilómetros de París. Inmigrantes (existencias que tuvieron comienzo en otra parte), estaciones de tren, supermercados. A la manera de un diario íntimo, Ernaux transcribe en ambos textos “escenas, gestos de anónimos a los que uno no vuelve a ver nunca más. No se trata de una investigación periodística ni de un trabajo de sociología urbana, sino del intento de alcanzar la realidad de una época a través de una colección de instantáneas de la vida cotidiana colectiva”, escribe en el prólogo. Después anota: “Ninguna descripción, ningún relato. Sólo instantes, encuentros. Etnotexto.” Diario del afuera cubre de 1985 a 1992 y La vida exterior va de 1993 a 1999. En ambos las observaciones son breves, de un solo párrafo, y se reducen a un par de decenas por año. La autora de 78 años acaba de ganar el Premio Formentor de la Letras