El último curso que Michel Foucault dictó en el Collège de France, entre febrero y marzo de 1984, examinaba la función del "decir veraz" en política, a fin de establecer para la democracia una serie de condiciones éticas irreductibles a las reglas del consenso: coraje y convicción. En estas clases se percibe un tipo de testamento filosófico donde el tema de la muerte está muy presente, sobre todo a través de una relectura de las últimas palabras de Sócrates, "Critón, debemos un gallo a Esculapio", que el autor comprende como la expresión de una profunda gratitud a la filosofía que cura la única enfermedad grave: la de las opiniones falsas y los prejuicios.