“En un Uruguay apagado, sin luz, en la salida de una dictadura que no parecía salir del todo, un grupo de jóvenes pintó, de diferentes formas y estilos, su Grito de Munch. Eran hijos de un Uruguay sin salida, de un país sostenido en el orden y la seguridad, sin tener idea alguna de lo que la libertad significaba. El arte allí emergió de las sombras de la censura, de la sucia oficina de un burócrata con cargo que apenas sabía leer y tachaba estrofas y versos ajenos.
De la misma forma que la pintura o la arquitectura son parte integral de la Historia del Arte debería serlo la música. Y en el caso de este libro, ¿cómo dejar de lado la música llevada adelante por un grupo de jóvenes en este pequeño país, en esta penillanura levemente ondulada, en medio de un proceso complejo, cabalgando entre una dictadura comisarial y los prolegómenos de una democracia que en los primeros años no parecía tal? Allí está la maestría del autor, uniendo arte y sociedad a través del rock en los ochenta, a través de protagonistas de una historia, nuestra historia”.
