Además de la fuente de reflexión en que se convirtió la vida misma de Mario Benedetti, no menos importante fue su ser idealista, exigente y romántico, convertido en la fuente de creación de donde surgieron los poemas y, en particular, los cuentos que integran este libro. Desde esta perspectiva, es imposible no percibir su punto de vista, por momentos confesional y autobiográfico; desde la niñez y el tiempo de los circos («Esa boca», por ejemplo), la adolescencia («El altillo», «La muerte»), la madurez («Datos para el viudo»), la guarangada perversa del burócrata («Caramba y lástima»), su pasión por el fútbol («Puntero izquierdo»), la infidelidad («Los pocillos») o el exilio («Recuerdos olvidados»), por citar algunas de las etapas signadas por sus –parafraseando a Borges– espléndidas amarguras, sublimadas en las pequeñas historias aquí reunidas que, por otra parte, refuerzan la sentencia de José Emilio Pacheco de que Mario «es uno de los grandes cuentistas de nuestra lengua y de nuestro siglo». Mario Delgado Aparaín