En 1904, con tan sólo 28 años, Jack London escribía una de sus grandes novelas de aventuras, El lobo de mar, tan auténtica como lo pueden ser Colmillo blanco o La llamada de la naturaleza. Bajo la lupa de una experiencia extrema en alta mar, London vuelve a poner sobre la mesa la débil condición humana a través de dos personajes tan fascinantes como contrapuestos. Uno de ellos, el idealista, culto, esteta y refinadísimo intelectual Humphrey van Weyden. El otro, Wolf Larsen, un tipo duro, un marino cuya única ley es la de su beneficio y que el viento le sea favorable en la caza de focas y sin una lágrima de escrúpulos, inspirado sin duda en alguno de los «lobos de mar» que London debió conocer en sus tiempos de marinero.
Personalmente, London también tuvo que enfrentarse a situaciones difíciles, un durísimo aprendizaje vital que lo convirtió en un profundo conocedor de los desgarros del alma y el corazón del hombre, que dotan a sus obras de una profundidad y una emoción siempre enormes bajo el aparente calificativo de novela de aventuras.