Un breve tratado sobre lo mínimo, lo modesto, lo inútil: tal es un intento por describir en una frase El ABC de Byobu. Un intento bastante fallido. Porque un tratado supone un afán de enseñanza y en este libro no hay ese afán: hay poesía. Hay un personaje: Byobu. Que vive, que percibe, que reflexiona sobre lo mínimo, lo modesto, lo inútil. Hay una poeta: Ida Vitale, quien a través de la creación de un personaje, hace de la poesía un ejercicio de conocimiento. No hay, entonces, afán de enseñanza en estas páginas, sino posibilidad de experiencia. Aquí la palabra no busca tan sólo transmitir un sentido ni ser pronunciada sin más sentido que su propia belleza. No, en El ABC de Byobu, Vitale logra que la palabra adquiera la plenitud de un sentido más. Así: vista, oído, tacto, gusto, olfato y palabra. Su ambición: la realidad. La percepción de la realidad. La experiencia de la realidad desde su más mínima manifestación: un neutrino. O menos. Mucho menos. Porque así como el perfume le está vedado a los ojos, hay cosas que solo son perceptibles mediante la palabra. En última instancia, podría decirse que Byobu, “el expuesto por excelencia”, más que un personaje, es un estado de conciencia, una disposición verbal. Leyendo su alfabeto nos exponemos a lo mínimo, lo modesto y lo inútil de cuya suma resulta el mundo.
Luis Felipe Fabre
Nombrar a Byobu es decir A., es decir B. simultáneamente; invocar sin recelo al demonio de las encrucijadas. Sin embargo, Byobu nebulosa, By-o-bu ironía, es más que eso. Es personaje. En El ABC de Byobu la lucidez, y no lo superfluo, opta por lo prolijo, concibiendo la disyuntiva cotidiana como inagotable fuente de reflexión.
Ximena Sánchez Echenique