Todos, absolutamente todos los pueblos de América, desde el Mississippi hasta Canelones, tienen un pozo. Si no es una calle es en el alma dice Augusto Almeida, el alcalde de Mosquitos que prefiere gastar en darle un vaso de leche a un niño, antes que tapar un pozo. Con la mayoría de la población en contra a causa de su mala gestión y del bochornoso cráter que crece todos los días en el centro de la avenida principal, el alcalde decide abandonar la existencia. Por fortuna, antes de hacerlo, alguien le sugiere una idea luminosa: pedir ayuda a la Unión Europea. Así es que aparecerá en el pueblo agonizante de Mosquitos un enviado del Primer Mundo con el cometido de salvarlo: El hombre de Bruselas. Este es el tema central de la novela sobre el mítico pueblo de Mosquitos, que está a punto de culminar el empecinado Narrador Correa en la Cárcel de Las Rosas, donde el escritor purga una condena por haber incendiado Mosquitos, instigado por un crítico empeño en destruirlo.