Por cierto que resulta obvio que no solo fueron los comunistas quienes resistieron y que nadie puede aspirar a detentar una suerte de monopolio o de primacía en el marco de la lucha contra la dictadura. El gran protagonista de esa gesta fue el pueblo uruguayo, a través de distintos partidos, organizaciones políticas y sociales, instituciones religiosas y de otra índole, y también de forma individual a partir de su condición más personal, libre y soberana. Pero este señalamiento indispensable no puede impedir el destaque singularísimo que en esa tarea le cupo a la «patria comunista». Sus militantes participaron de ese proceso a todo riesgo, con mucho coraje, desde la clandestinidad, desde la cárcel, desde el exilio. Lo hicieron valiéndose de una red organizativa y partidaria, implementada a esos efectos, que continuó enfrentando como pudo, en las peores circunstancias, los planes de exterminio dispuestos por el régimen, contando con la solidaridad entre familias, mujeres, hombres, viejos, jóvenes, que se jugaron el pellejo en situaciones extremas. Recordar sus nombres y sus peripecias de vida durante aquellos años terribles hasta hoy resulta conmovedor y genera un impacto con rumbo de porvenir. La memoria de todos, de los que desaparecieron y de los torturados, de los que sufrieron la prisión o el exilio en lugares remotos, de los casos más famosos y de aquellos menos conocidos, constituye unimperativo no solo para la justicia y la verdad, sino también para la vida. No fue en vano.
